Lo que un
día fue la playa de Buenos Aires
Hasta hace unos ocho años la playa de Buenos
Aires era junto a Huanchaco una de las más concurridas de Trujillo. Su cercanía
y belleza la hacían uno de los puntos favoritos de los trujillanos para pasar
un agradable fin de semana. "La gente
venía a disipar sus penas, sus tristezas, a desintoxicarse del trabajo. También
era motivo de alegría, de felicidad, yo venía aquí a correr para relajarme…”,
cuenta uno de los señores, de los varios que encontramos contemplando el mar
con nostalgia.
Todo queda ahora en el
recuerdo. La playa no existe más. Desde que se construyó la barrera que retiene
la arena en el molón de Salaverry, esto a la vez que ha solucionado un problema
en el puerto, ha causado un enorme daño ambiental en Buenos Aires, porque ya no
se cuenta con la protección natural que la arena le brindaba. La pista es el
único trecho que separa las viviendas del mar. Pese a que se han colocado rocas
para contener la furia de éste, las olas hacen presa fácil de todo lo que se
les ponga en el camino. Los restos de lo que antes era el malecón, lo
demuestran.
Tres hombres, de entre los
cincuenta y sesenta años, observan reflexivamente el mar, parados al borde de
las rocas. Varios taxis llegan y más hombres se unen a esta contemplación. “Me da frustración, pena. Antes aquí se
jugaba fulbito, paletas”, dice uno. “Es
como ver a nuestros familiares, padre o madre enfermos. El mar está ganado al
hombre”, dice otro señor.
El panorama es desolador.
Para los que fuimos por primera vez a Buenos Aires, el escenario nos causó
impotencia y sobre todo frustración por no haber conocido la playa que ahora
estos hombres añoran. Verlos venir de lejos sólo para contemplar el mar, nos da
una idea de los fuertes sentimientos que los unen a éste. Ahora el mar devora
de siete a doce metros de playa por año, y es poco lo que le queda por ver de
ella.
Las casas que se ubican,
literalmente frente al mar, que antes debieron lucir llenas de vida y ser agradables
a la vista, ahora lucen deshabitadas; el salitre las consume y parecen
mantenerse de pie con ayuda de una voluntad invisible. “Ya no queda nada. Y hay gente que vive cerca y no quiere irse. Yo
saldría corriendo de aquí. Y Huanchaco va a ser lo mismo poco a poco”,
menciona un taxista.
El daño está hecho. Se nos advirtió lo que podía ocurrir.
Buenos Aires es sólo una muestra de lo que podría pasar con las otras playas.
La pregunta es ¿cuál es la siguiente?
Sandy Rodriguez Alva
26 de junio del 2012
26 de junio del 2012



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