lunes, 2 de julio de 2012

En alas de la nostalgia

Lo que un día fue la playa de Buenos Aires
Hasta hace unos ocho años la playa de Buenos Aires era junto a Huanchaco una de las más concurridas de Trujillo. Su cercanía y belleza la hacían uno de los puntos favoritos de los trujillanos para pasar un agradable fin de semana. "La gente venía a disipar sus penas, sus tristezas, a desintoxicarse del trabajo. También era motivo de alegría, de felicidad, yo venía aquí a correr para relajarme…”, cuenta uno de los señores, de los varios que encontramos contemplando el mar con nostalgia.

Todo queda ahora en el recuerdo. La playa no existe más. Desde que se construyó la barrera que retiene la arena en el molón de Salaverry, esto a la vez que ha solucionado un problema en el puerto, ha causado un enorme daño ambiental en Buenos Aires, porque ya no se cuenta con la protección natural que la arena le brindaba. La pista es el único trecho que separa las viviendas del mar. Pese a que se han colocado rocas para contener la furia de éste, las olas hacen presa fácil de todo lo que se les ponga en el camino. Los restos de lo que antes era el malecón, lo demuestran.
Tres hombres, de entre los cincuenta y sesenta años, observan reflexivamente el mar, parados al borde de las rocas. Varios taxis llegan y más hombres se unen a esta contemplación. “Me da frustración, pena. Antes aquí se jugaba fulbito, paletas”, dice uno. “Es como ver a nuestros familiares, padre o madre enfermos. El mar está ganado al hombre”, dice otro señor.
El panorama es desolador. Para los que fuimos por primera vez a Buenos Aires, el escenario nos causó impotencia y sobre todo frustración por no haber conocido la playa que ahora estos hombres añoran. Verlos venir de lejos sólo para contemplar el mar, nos da una idea de los fuertes sentimientos que los unen a éste. Ahora el mar devora de siete a doce metros de playa por año, y es poco lo que le queda por ver de ella.
Las casas que se ubican, literalmente frente al mar, que antes debieron lucir llenas de vida y ser agradables a la vista, ahora lucen deshabitadas; el salitre las consume y parecen mantenerse de pie con ayuda de una voluntad invisible. “Ya no queda nada. Y hay gente que vive cerca y no quiere irse. Yo saldría corriendo de aquí. Y Huanchaco va a ser lo mismo poco a poco”, menciona un taxista.
El daño está  hecho. Se nos advirtió lo que podía ocurrir. Buenos Aires es sólo una muestra de lo que podría pasar con las otras playas. La pregunta es ¿cuál es la siguiente?


Sandy Rodriguez Alva


26 de junio del 2012

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