lunes, 2 de julio de 2012

El dulce placer de la Golosita

En el melancólico gris bonaerense, cerca de la plaza de armas del distrito, me llama la atención una fachada de encendido color naranja. Un rotulo sugestivo: “La golosita” nos lleva a pensar que detrás de esas paredes reina algún tipo de placer mundano.
 En realidad es  una tienda pequeña, conocida por todos los pobladores del distrito.
La gente va y viene y le guardan un aprecio por ser tan suya. Al entrar en ella nos  reciben los ladridos de unos perros que siempre la acompañan y nos atiende una señora de mirada triste, su nombre es Teófila Rojas, la persona que inició a “La Golosita” en el mundo del negocio. Nos atiende con amabilidad,  nos aclara que es soltera. Consulto si podría darme una pequeña entrevista, sonríe y se niega tímida y encantadora. Después de unos pocos segundos accede.
La tienda se llama “La Golosita” ¿Cuántos años tiene?
35 años
¿Es la más antigua de Buenos Aires?
Si, la única dulcería también. Hay, pero, ambulantes nomás.
¿Cómo es que comenzó?
Vinimos cuando Buenos Aires era sólo este centro nomás (centro de Buenos Aires) vine aquí hace 63 años. Vivíamos en Trujillo, pero mi mamá compro esta casa (se refiere a la casa de lado). Acá vivía poca gente, pero de plata.
¿Y cómo empezó la tiendita?
La tienda empezó en un momento bien difícil porque mi mamá enfermó, le dio derrame, y tuve que atenderla cuatro años y la única que mantenía era yo. Pasaron los años de enfermedad y falleció (recuerda a su madre con tristeza y casi hasta las lágrimas). Ese momento para mí fue el más difícil. Usted sabe que para enterrar a un muerto te piden adelantos y todo eso. Yo enseñaba a un club de madres, tenía 50 alumnas, pero no me pagaban, enseñaba gratis. Cuando mi mamá murió, recuerdo, todos reunieron y trajeron un sobrecito cerrado. Aquella vez pude enterrar a mi madre y encima me sobró algo de dinero. Debe ser obra del Señor ¿No cree usted?
¿Y a que se dedicaba antes de poner la tienda?
Claro, yo antes cosía, tejía hacia tortas para otras personas y luego puse la tienda con mi propio capital, no le debo a nadie.
Al comienzo empecé vendiendo pan, pollos pelados y después empecé con la dulcería, ahí me quedé hasta ahora. Alquilo este local, desde que empecé, y con esto puedo mantener mi casa. Paga poco, pero, bueno.  
¿Le gustaría poder cambiado algo en su vida?
No, esto me mantiene. Me gusta y se vende todo. Yo he vivido aquí desde los cinco años, ya no me acostumbraría en otro lugar. Todo el mundo está con la playa que se puede salir, pero yo no le tengo miedo, yo estoy aquí. Recuerdo que antes no había agua, ni luz, aunque ahora ha avanzado, es muy poco lo que se ha hecho.
¿Alguna frase final?
Nada, que estoy bien aquí, vendo todo, la gente me reconoce. Lo que si me gustaría que Buenos Aires sea un lugar más turístico (sonríe).
La señora Teófila Sonríe y sus ojos tristes nos despida junto con su voz. Mientras tanto “La Golosita” seguirá acogiendo gente, dándole dulzura a la humedad de una playa muerta por la erosión.

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