En realidad es
una tienda pequeña, conocida por todos los pobladores del distrito.
La
gente va y viene y le guardan un aprecio por ser tan suya. Al entrar en ella
nos reciben los ladridos de unos perros
que siempre la acompañan y nos atiende una señora de mirada triste, su nombre
es Teófila Rojas, la persona que inició a “La Golosita” en el mundo del
negocio. Nos atiende con amabilidad, nos
aclara que es soltera. Consulto si podría darme una pequeña entrevista, sonríe
y se niega tímida y encantadora. Después de unos pocos segundos accede.
35
años
¿Es la más antigua de
Buenos Aires?
Si,
la única dulcería también. Hay, pero, ambulantes nomás.
¿Cómo es que comenzó?
Vinimos
cuando Buenos Aires era sólo este centro nomás (centro de Buenos Aires) vine
aquí hace 63 años. Vivíamos en Trujillo, pero mi mamá compro esta casa (se
refiere a la casa de lado). Acá vivía poca gente, pero de plata.
¿Y cómo empezó la
tiendita?
La
tienda empezó en un momento bien difícil porque mi mamá enfermó, le dio
derrame, y tuve que atenderla cuatro años y la única que mantenía era yo. Pasaron
los años de enfermedad y falleció (recuerda a su madre con tristeza y casi
hasta las lágrimas). Ese momento para mí fue el más difícil. Usted sabe que
para enterrar a un muerto te piden adelantos y todo eso. Yo enseñaba a un club
de madres, tenía 50 alumnas, pero no me pagaban, enseñaba gratis. Cuando mi
mamá murió, recuerdo, todos reunieron y trajeron un sobrecito cerrado. Aquella
vez pude enterrar a mi madre y encima me sobró algo de dinero. Debe ser obra
del Señor ¿No cree usted?
¿Y a que se dedicaba
antes de poner la tienda?
Claro,
yo antes cosía, tejía hacia tortas para otras personas y luego puse la tienda
con mi propio capital, no le debo a nadie.
Al
comienzo empecé vendiendo pan, pollos pelados y después empecé con la dulcería,
ahí me quedé hasta ahora. Alquilo este local, desde que empecé, y con esto
puedo mantener mi casa. Paga poco, pero, bueno.
¿Le gustaría poder
cambiado algo en su vida?
No,
esto me mantiene. Me gusta y se vende todo. Yo he vivido aquí desde los cinco
años, ya no me acostumbraría en otro lugar. Todo el mundo está con la playa que
se puede salir, pero yo no le tengo miedo, yo estoy aquí. Recuerdo que antes no
había agua, ni luz, aunque ahora ha avanzado, es muy poco lo que se ha hecho.
¿Alguna frase final?
Nada,
que estoy bien aquí, vendo todo, la gente me reconoce. Lo que si me gustaría
que Buenos Aires sea un lugar más turístico (sonríe).
La
señora Teófila Sonríe y sus ojos tristes nos despida junto con su voz. Mientras
tanto “La Golosita” seguirá acogiendo gente, dándole dulzura a la humedad de
una playa muerta por la erosión.


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