Es razonable que teniendo
sólo cuatro años viviendo en Trujillo no lo conozca en su amplitud, pero mis
compañeras ¡No tienen perdón!, a decir verdad, si no fuese por el curso de
periodismo nunca se hubiesen aventurado a tomar el micro de la ruta “La
Esperanza - California” para pasar los
límites de la Universidad César Vallejo (UCV), y ver lo que un tiempo atrás
fueron casas bonitas y más de 50 metros de arena que conformaban la playa más cercana
a Trujillo, y que ahora ya no existe más.
Son las nueve de la mañana
de uno de los primeros días sin sol, aunque ya esté por terminar junio. Nuestra
aventura comienza frente a la UPAO. Andrea, Mili, Sandy y yo subimos al micro
de color verde claro y en el transcurso del viaje Andrea comienza su crítica
hacia la mala condición de la pista principal por la que estamos pasando “¡Llena de tierra y casi sin veredas!”. Ella
vive en La Esperanza y afirma que su avenida principal es mejor que ésta,
además se da cuenta que al volver a casa sólo pagará 0.70 céntimos, eso es
injusto, pero bueno.
Luego de varios minutos
suponemos que ya estamos llegando y Mili con su amplio sentido de la
orientación, por el que le solemos llamar “GPS andante”; se pone de pie y se
dirige al conductor el cual le indica que podemos bajar. Caminamos unos cuantos
metros y tenemos unos residuos de comida que queremos desechar, pero notamos al
instante que no hay ni un solo basurero en todo el camino del paradero a la
playa.
A pocos metros de llegar percibimos la brisa, ese olor familiar a sal que evoca buenos recuerdos veraniegos e infantiles, los cuales más de uno tiene guardado en la memoria. Mis compañeras y yo recordamos Huanchaco y Pimentel, sentimos tristeza y culpa de conocer Buenos Aires en la etapa de su agonía. Dicen que nunca es tarde para hacer algo, pero aquí el tiempo pasó, literalmente, volando. Observamos un cartel en la entrada a la playa que dice “No arrojes basura ni desmonte, protejamos el medio ambiente”; sin embargo, la escena contrasta completamente el mensaje. La vista es deprimente.
Al igual que nosotras, simples transeúntes de a pie, muchas personas y bonaerenses llegan a esta parte de lo que fue playa y miran el mar con tristeza. Nos animamos y decidimos entrevistar a uno de ellos, le preguntamos por sus sentimientos y lo resume todo en una palabra: “nostalgia”, nos dice.
Sandy y Mili, junto a Rocío, quien se acaba de integrar a nuestro “paseo de reconocimiento de lugar”, deciden ir hacia la estatua de la sirena que ha sido colocada junto con los escombros del antiguo malecón. Andrea y yo nos desviamos hacia el lugar donde existió el famoso Casino Restaurant “Morillas”. No nos atrevemos a entrar, han sido muchas emociones por hoy, decidimos regresar en otro momento para entrevistar al dueño. Vamos en busca de nuestras compañeras, retomamos el camino hacia la sirena, avizoramos que las chicas regresan atemorizadas. “¿Qué pasa?”, “La policía nos ha advertido que por ese lado hay muchos drogadictos, y nos pueden robar las cámaras”. Media vuelta y a regresar por donde vinimos, volveremos Buenos Aires.
Por cierto Andrea finalmente pagó un sol.
Nelly Del Carpio Hernández y Andrea Cruzado Paredes
23 de Junio del 2012

... No solo en Buenos Aires se observa la decadencia a la que otrora sitios atractivos, han caido en desgracia, se observan a lo largo de la costa en diferentes ciudades, ya que la supuesta modernización a traido consigo que sitios atractivos e historicos caigan en abandono, lamentable pero real, muy interesante...
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