lunes, 2 de julio de 2012

Santa Rosa vive cerca al mar

Entre la humedad de la erosión marina y el salitre que destruye las casas a su alrededor se encuentra la Parroquia “Santa Rosa de Lima”. No es la más  representativa de Trujillo, ni la más importante, pero si una de las más concurridas en Buenos Aires.

En medio de Buenos Aires hay un pequeño tesoro oculto para algunos de los viandantes  que caminan por las calles erosionadas de Víctor Larco. Se trata de la iglesia “Santa Rosa de Lima”. La iglesia fue erigida durante el siglo XIX y estilo barroco.
Cuenta la tradición que fue fundada por un grupo de personas que veraneaban en este balneario, querían compartir el ejercicio  católico de la Santa Misa. Bajo este entusiasmo la señora Sixtilia de Ferrer alzó una capilla  de barro y caña y la bautizó con el nombre de “San José”. El cambio de nombre ocurrió 50 años atrás, después del terremoto de 1970 cuando el Padre de ese entonces Jacinto Ojeda, de la congregación de los claretianos, forma la Hermandad de Santa Rosa.
En sus primeros años los sacerdotes que llegaban eran los padres Carmelitas y conforme el tiempo pasaba y el distrito se poblaba la parroquia llegó a tener la importancia que tiene ahora.



La parroquia  Santa Rosa de Lima está ubicada en una plazuela central en Buenos Aires. Se trata de un templo con una cruz latina, fachada sencilla y un techo de madera, pero que luce humedecida por la brisa marina, con un impresionante campanario doble de seis arquillos. La edificación posee un altar de estilo barroco y  otros rococó sumamente dorados que no se encuentran bien conservados; sin embargo, el altar mayor mantiene su belleza. Allí mismo, en el  centro, aparece la Virgen del Rosario junto a San Francisco de Asís, Santo Domingo Guzmán y San Buenaventura todos en viejas tallas de madera policromada. Todo nos habla de secretos bien guardados.
El padre Ignacio Zudupe (65 años) nos habla de las modificaciones que se ha realizado en estos tres últimos años a la iglesia y sobre el servicio de ayuda que brinda esta institución a los más necesitados con la ayuda de los pobladores, ya que la Municipalidad no ha brindado ninguna apoyo hasta el momento “Cuando llegué la iglesia estaba en un estado lamentable, con la ayuda de los diezmos hemos podido arreglar algunas cosas, parchar algunos desperfectos de edificación, el techo y algunas paredes que se han echado al parecer por la humedad”. “Entre los servicios de ayuda que brinda la iglesia  tenemos: “Santa Rosa de Lima”, el grupo “Caritas” donde se ayuda a los ancianos, enfermos, a las personas que más lo necesiten. El financiamiento llega a través de la ayuda de la propia gente que viene a la parroquia y de los  sus diezmos. También, se hacen campañas para recolectar ropa usada, medicina y lo que les haga falta a los más necesitados”.
El altar mayor ha sido muy retocado pero conserva sus líneas barrocas y sus esplendores dorados.  En la nave de la derecha podemos ver a un Cristo crucificado, un poco mas allá encontramos lienzos de la escuela cusqueña con riquísimos mensajes de doctrina. No podemos terminar el recorrido de la parroquia sin antes detenernos a contemplar bajo las canciones del grupo de la primera comunión la imagen que da la bienvenida en una de las entradas de la parroquia. Se trata de “El Señor de Huamán” que se encuentra en una urna donde todos los fieles dejan sus ofrendas en agradecimiento a los milagros que éste les concede. Esta imagen fue traída en el año 1899 por dos  holandeses franciscanos que quedaron cautivados por la belleza de esta playa. 
La señora Marielena Bravo (58) cuenta que ella es asistente de la iglesia desde muy pequeña, cuando su madre la llevaba de la mano todos los domingos en agradecimiento al “Señor de Huamán”.
“Mi mamá me contaba, cuando era pequeña, que tuvo complicaciones para que yo pudiera nacer y que mi papá rezaba todos los días para que todo salga bien y luego todo salió bien. Más que el Santo, yo creo, es la iglesia, donde uno puede encontrar la paz y la antigüedad de esta te transmite, siempre, algo más. Algo que no podré encontrar en otras iglesias”, nos confiesa la señora Marianela.
Mientras nos vamos la parroquia nos despide con esa belleza extraña que recibe con el paso del tiempo, con el maltrato de la humedad y un paisaje gris. 

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