lunes, 2 de julio de 2012

Un nuevo muro de contención para Buenos Aires

El muro de contención tendrá una base de un metro para evitar que el mar siga avanzando. Sobre esa base se está colocando el enrocado para tener una mejor consistencia.
“El muro de contención está previsto para dos meses y medio”, según nos precisa el administrador de la obra Francisco Evaristo.

Datos publicado por El diario el comercio (2010). El desembolso de un fondo de emergencia por parte de la Presidencia del consejo de Ministros (PCM) de US$2,5 millones para la alarmante situación que afronta las playas del distrito de Víctor Larco (principalmente Buenos Aires) está en marcha.

Los trabajos empezaron hace una semana, comenzaron midiendo la profundidad del mar con la ayuda de un batómetro.
“Cada alcalde que ha entrado aquí a ofrecido que va a poner bolones y esas cosas y nunca se ha hecho algo real” nos comentaba un poblador de Buenos Aires, “El enrocado yo pienso que va a ser solamente momentáneo nada más, dicen que van a enrocar diez metros para adelante, algo de 600 metros todo lo que es Buenos Aires pero el mar igual va a seguir saliendo” según expresó Ismael (31), poblador de Buenos Aires.


¡Baches a la vista!



Desde hace unos meses en Buenos Aires ,los baches que dejaron obras realizadas a nombre de la municipalidad han originado algunos problemas entre los moradores de la zona, porque resultan ser un peligro para las amas de casa y especialmente en niños y ancianos.

“Las autoridades hacen caso omiso a esta problemática” nos precisa un morador de la zona. Se sabe que el municipio realizó obras de alcantarillado y al poco tiempo de culminar los trabajos colocaron un poco de tierra insuficiente para tapar los huecos en las pistas, provocando una imagen en pésimas condiciones.


Además de eso los enormes forados constituyen un grave riesgo sumado el mal aspecto que brindan a la ciudad.

La lenta agonía de Buenos Aires

Hermoso, tranquilo y sobre todo con mucho potencial turístico; con esas palabras se podría describir al balneario de Buenos Aires, que fue bautizado así por su ilustre benefactor Víctor Larco Herrera. Al comienzo siempre fue un pequeño poblado, pero al transcurrir de los años su población fue aumentando de manera considerable. Es lamentable ver cómo la naturaleza y también el descuido de los funcionarios haya logrado destruir casi por completo la hermosura de este balneario.



Santa Rosa vive cerca al mar

Entre la humedad de la erosión marina y el salitre que destruye las casas a su alrededor se encuentra la Parroquia “Santa Rosa de Lima”. No es la más  representativa de Trujillo, ni la más importante, pero si una de las más concurridas en Buenos Aires.

En medio de Buenos Aires hay un pequeño tesoro oculto para algunos de los viandantes  que caminan por las calles erosionadas de Víctor Larco. Se trata de la iglesia “Santa Rosa de Lima”. La iglesia fue erigida durante el siglo XIX y estilo barroco.
Cuenta la tradición que fue fundada por un grupo de personas que veraneaban en este balneario, querían compartir el ejercicio  católico de la Santa Misa. Bajo este entusiasmo la señora Sixtilia de Ferrer alzó una capilla  de barro y caña y la bautizó con el nombre de “San José”. El cambio de nombre ocurrió 50 años atrás, después del terremoto de 1970 cuando el Padre de ese entonces Jacinto Ojeda, de la congregación de los claretianos, forma la Hermandad de Santa Rosa.
En sus primeros años los sacerdotes que llegaban eran los padres Carmelitas y conforme el tiempo pasaba y el distrito se poblaba la parroquia llegó a tener la importancia que tiene ahora.

El dulce placer de la Golosita

En el melancólico gris bonaerense, cerca de la plaza de armas del distrito, me llama la atención una fachada de encendido color naranja. Un rotulo sugestivo: “La golosita” nos lleva a pensar que detrás de esas paredes reina algún tipo de placer mundano.
 En realidad es  una tienda pequeña, conocida por todos los pobladores del distrito.
La gente va y viene y le guardan un aprecio por ser tan suya. Al entrar en ella nos  reciben los ladridos de unos perros que siempre la acompañan y nos atiende una señora de mirada triste, su nombre es Teófila Rojas, la persona que inició a “La Golosita” en el mundo del negocio. Nos atiende con amabilidad,  nos aclara que es soltera. Consulto si podría darme una pequeña entrevista, sonríe y se niega tímida y encantadora. Después de unos pocos segundos accede.

El “Morillas”, una tradición que perdura

Entrevista al Señor Carlos Morillas, nieto del fundador del popular “Restaurant Morillas”
Es sábado por la mañana y estamos de vuelta en Buenos Aires, esta vez para conocer al dueño del histórico “Morillas”. Nelly y yo nos aventuramos a entrar en el restaurante, ubicado una cuadra antes de llegar a la playa, con una fachada amarilla reluciente, y anuncios de cerveza pintados sobre su pared, nos preguntamos si este es el restaurante olvidado del que nos habló el profesor.
Le preguntamos a la recepcionista por el dueño y nos dice que está afuera. No vimos a nadie así que decidimos esperar. Minutos después llega un señor de aproximadamente unos 50 años, alto y de complexión atlética. Dudamos que ése señor fuese el abuelo de nuestro contacto, pero igual le preguntamos. Efectivamente no era él a quien buscábamos, pero enseguida nos señala: “Ahí donde dice copias lo encontrarán”
Tocamos y salió a recibirnos un anciano de aproximadamente unos 75 años, con un perro a su costado, el lugar por fuera estaba completamente corroído por la cercanía que tiene con el mar y la falta de mantenimiento, pero por dentro era un restaurante pequeño con seis mesas limpias y sillas de plástico blancas. Observamos un cartel despintado que decía “Restaurante Morillas” y supimos de inmediato que estábamos en el lugar correcto y con la persona correcta.

En alas de la nostalgia

Lo que un día fue la playa de Buenos Aires
Hasta hace unos ocho años la playa de Buenos Aires era junto a Huanchaco una de las más concurridas de Trujillo. Su cercanía y belleza la hacían uno de los puntos favoritos de los trujillanos para pasar un agradable fin de semana. "La gente venía a disipar sus penas, sus tristezas, a desintoxicarse del trabajo. También era motivo de alegría, de felicidad, yo venía aquí a correr para relajarme…”, cuenta uno de los señores, de los varios que encontramos contemplando el mar con nostalgia.

Todo queda ahora en el recuerdo. La playa no existe más. Desde que se construyó la barrera que retiene la arena en el molón de Salaverry, esto a la vez que ha solucionado un problema en el puerto, ha causado un enorme daño ambiental en Buenos Aires, porque ya no se cuenta con la protección natural que la arena le brindaba. La pista es el único trecho que separa las viviendas del mar. Pese a que se han colocado rocas para contener la furia de éste, las olas hacen presa fácil de todo lo que se les ponga en el camino. Los restos de lo que antes era el malecón, lo demuestran.